Aprendiendo a leer y escribir en lengua mixe (México)

Programa del Instituto Nacional para la Educación de los Adultos (INEA)
Visita a San Pedro Ocotepec, Región Mixe, Oaxaca, México (28 mayo, 2006)

 (Fotos: Julián Coraggio y Gemma Mingot)

Este reportaje es parte del estudio “Alfabetización y acceso a la cultura escrita por parte de jóvenes y adultos excluidos del sistema escolar en América Latina y el Caribe”, financiado por el CREFAL. Entre 2006 y 2009 visité programas de alfabetización y de promoción de la lectura y la escritura en nueve países de la región (Argentina, Bolivia, Colombia, Ecuador, México, Perú, República Dominicana, Uruguay y Venezuela).

San Pedro Ocotepec es un pequeño pueblo ubicado en la zona media de la Sierra Mixe, en el Estado de Oaxaca. La noche anterior he leído algo acerca del pueblo y de la zona. Ocotepec significa, “en el cerro de los ocotes”, y resulta de la combinación de las voces ocotl (ocote) y tepetl (cerro).*

Según el XII
Censo General de Población y Vivienda 2000, la población del municipio era de 1.780 habitantes, 1.479 identificados como indígenas. Sus lenguas son el mixe y el zapoteco. La ocupación fundamental gira en torno al café. También se cultiva maíz, frijol, chile, calabaza, tomate, plátano, cítricos y caña de azúcar. La gente vive en 344 viviendas, la mayoría de piso de tierra, muros de adobe y techos de lámina. En el centro del pueblo hay una iglesia católica de tipo colonial. Hay asimismo algunas estaciones de radio, una caseta telefónica y señal de televisión, un camino de terracería, servicio de autobús entre San Pedro Ocotepec y Oaxaca, con una corrida diaria. El pueblo cuenta con una Banda Filarmónica. 

Son cuatro horas de viaje por tierra desde Oaxaca, por un camino que va volviéndose cada vez más angosto, curvoso y polvoriento. Vamos a ver el programa de educación de adultos del INEA (Instituto Nacional para la Educación de los Adultos), que enseña en lengua mixe.

En un estado eminentemente indígena, en que se hablan 15 lenguas y persisten altos niveles de analfabetismo (21.5%, equivalente a cerca de medio millón de personas, según estimaciones oficiales), el Programa Estatal de Alfabetización y Desarrollo Humano “Margarita Maza de Juárez”, a cargo del Instituto
Estatal de Educación para Adultos (IEEA) e impulsado por el gobernador de Oaxaca, en convenio con el IPLAC y en base al método cubano ‘Yo, Sí Puedo’, no llega a las zonas indígenas y sólo está disponible en español. Me acompaña en la visita Carmen, miembro del equipo técnico del IEEA.* 

A medida que nos acercamos al lugar, el camino empieza a poblarse de mujeres indígenas que caminan encorvadas, dobladas bajo el peso de grandes atados de leña que cargan en la espalda.

San Pedro Ocotepec aparece a lo lejos, entreverado con una vegetación espesa, la iglesia erguida entre un puñado de casas.
 
La entrada al pueblo

La entrada al pueblo es, para nuestra sorpresa, un largo corredor escoltado de escritura. Las paredes tienen leyendas sobre temas de género, salud y sexualidad, contribución del Comité de Salud local. Los letreros están en español y en mayúsculas.

Quien los escribió no pensó en las mujeres de este pueblo que no hablan español, no han ido a la escuela, no saben leer o no están familiarizadas con las mayúsculas. Casi podría uno apostar a la ausencia de coordinación e incluso contacto entre el Comité de Salud y el programa de alfabetización del INEA en esta comunidad. No obstante, el uno necesita del otro. Mientras el INEA hace lo suyo entre cuatro paredes, el Comité de Salud se ha encargado de crear un ambiente letrado en San Pedro Ocotepec.

La plaza central es al mismo tiempo cancha de básquet. A un costado y cuesta abajo, la iglesia; en el otro costado un edifico de dos plantas en el que funciona el Telebachillerato. En el centro de la plaza, sobre el piso de cemento, un círculo pintado en rojo en el que se lee el nombre del pueblo en mixe y la sigla del nombre en español.

Cuando llegamos, la gente está saliendo de misa. Atraídos por nuestra presencia y por las cámaras, varios niños y niñas se acercan a recibirnos. La experiencia de ser fotografiados o grabados con una cámara de video, y, más aún, la de sostener una cámara en sus manos, es una experiencia extraordinaria para estos niños, algo que nunca olvidarán.

La clase  


Ya dentro del aula encontramos a doce mujeres: nueve alumnas, la asesora
(así se llama a la educadora en este programa), una niña pequeña que seguramente es su hija, y una joven que hace de asistente, ayudando a las alumnas en sus pupitres.

La asesora es una mujer joven, bilingüe, con educación secundaria completa. Las alumnas tienen edades muy diversas, desde 28 hasta 70 años. Todas llevan vestidos estampados, hasta la rodilla, y chales sobre los hombros o cubriéndoles la cabeza. Cuando entramos al aula las vemos en plena actividad, armadas de lápices, escribiendo en sus cuadernos.

Los materiales de estudio son un Instructivo del Alfabetizador y un Cuaderno de Ejercicios (Jä'äjy m'ayuujk) desarrollados por el INEA para la población mixe y publicados en 1999 por la Delegación Oaxaca. El cuaderno del primer nivel (alfabetización) contiene 8 lecciones; dentro de ellas constan al pie las orientaciones para el asesor, en español. La primera lección presenta los clásicos ejercicios de aprestamiento para la escritura; la última introduce los números y algunos ejercicios matemáticos sencillos. Se enseña a leer y escribir simultáneamente en letra de imprenta (script) y manuscrita (cursiva).

El aula es amplia, limpia, luminosa, con pupitres individuales en buen estado, una buena pizarra blanca y una dotación de marcadores de varios colores. Un aula, en fin, atípica en el empobrecido mundo de la educación de adultos. Se trata de un aula del Telebachillerato que se presta por las tardes para que las señoras aprendan. Hay un televisor sobre la mesa, parte del equipamiento del Telebachillerato. Quizás a nadie se le ocurrió que podría aprovecharse en esta clase…

La asesora sabe enseñar y se siente cómoda en su papel. Ha logrado una buena relación con este grupo de mujeres. Nadie levanta la mano, la participación se da naturalmente y sin complicaciones, las preguntas pueden ser respondidas por varias personas a la vez. Hay en el ambiente un agradable ruido de comunicación, de espontaneidad, de risa.

Ahora, las alumnas deben abrir el cuaderno de ejercicios y escribir debajo de cada palabra en mixe la palabra respectiva en español. Miro por encima del hombro lo que va escribiendo la señora que está sentada adelante. El cuaderno queda así:

mutsk                                       on                                        nuj
chico                                       manteca                              arrieras

joon                                          mokyj                               jëën
pájaro                                       papel                                fuego

nëëj                                           nëts
agua                                          armadillo

Luego siguen varios ejercicios en la pizarra.  La asesora escribe palabras con una letra faltante, que ellas deben llenar. Al final, casi todas pasan a la pizarra y todas parecen divertirse jugando a este juego de descubrir y completar. 

La lengua mixe
 
 
La clase transcurre en mixe, salpicada con palabras en español, préstamos ya incorporados en el mixe o bien palabras que la asesora decide usar en español como parte del proceso de enseñanza, tales como libro, página, cuaderno

El mixe tiene tres variantes y es hablado en la actualidad por alrededor de 140.000 personas. Su fonología es compleja y con rasgos poco comunes. En los últimos años se han dado grandes avances hacia la unificación del alfabeto mixe y hacia la socialización de la escritura de la lengua mixe, especialmente gracias a la labor de SERvicios del Pueblo Mixe A.C., organismo creado en 1988 a iniciativa de varias comunidades mixes, a fin de: 

a) Explorar, transmitir difundir y desarrollar la sabiduría del pueblo mixe haciendo especial énfasis en la preservación de la lengua - tanto oral como escrita – y de la música de bandas filarmónicas.
b) Contribuir al estudio, a la enseñanza-aprendizaje (con bases y teorías ligüísticas) y a la unificación del alfabeto mixe para el desarrollo de la escritura de la lengua mixe, conforme a características comunitarias propias.
c) Incentivar a las nuevas generaciones a crear literatura en mixe.
d) Impulsar a los jóvenes y profesionistas mixes en la investigación y estudio de la historia, la música y la cultura mixe.
e) Promover que las comunidades participen con propuestas para que los proyectos educativos y culturales adopten las características comunitarias propias y apoyar las iniciativas ya existentes.
f) Impulsar la música de bandas filarmónicas en las comunidades mixes.*

La conversación con las alumnas  

Le digo a la asesora que me gustaría conversar con las señoras. Ella se ofrece de traductora y es así como podemos entablar un breve diálogo intercultural.

Empiezo preguntándoles si hablan algo de español. Algunas responden que no, alguien dice que un poco, otra dice que “solo nuestros nombres”. Todas responden en mixe.

¿Qué quisieran aprender?. Una señora se apresura a responder que quiere aprender el español, que es difícil leer en mixe. Otra señora dice aparentemente lo mismo. Y otra más. Le pregunto a la asesora qué opina al respecto; ella también opina que es más fácil leer en español que en mixe. Le pregunto al joven técnico docente que tiene a su cargo la supervisión de esta zona, y que también está presente. Su respuesta es:

- “Es que así hemos aprendido, así aprendí yo en la escuela, a leer y escribir en español. Muchos de nosotros sabemos hablar en mixe, pero no sabemos leer y escribir en mixe”.

Arranca, a partir de ahí, una interesante discusión lingüística, mediada por traducción y por ancestrales prejuicios respecto de las lenguas indígenas. Afirmo, por mi parte, que siempre es más difícil leer o escribir en un idioma desconocido, no importa cuál sea éste (silencio, perplejidad). En este caso, si ellas hablan mixe, lo más fácil es aprender en mixe (silencio, descreimiento). Yo no puedo leer ni escribir en mixe porque no hablo su lengua, y por eso a mí me parece muy difícil (risas). Para probarles esto, les pido que me dicten palabras en mixe, yo intentaré escribirlas en la pizarra, aunque no entienda lo que significan (más risas).

Empieza el dictado. Una señora pronuncia una complicada y larga palabra en mixe, yo pido repetición y luego intento escribirla en la pizarra (grandes risas). Pido que me la repitan otra vez, y otra, y otra, mientras voy probando diversas escrituras posibles (risotadas). Finalmente, me doy por vencida y pido a la señora que me dictó la palabra que pase a la pizarra y la escriba bien, corrigiendo lo que yo he escrito mal (carcajadas generalizadas).

Gran momento. Difícil saber si el mensaje quedó claro, si estas mujeres llegaron a reflexionar sobre el sentido pedagógico de mi ejercicio. Pero ciertamente disfrutaron la oportunidad de corregir a una visitante hispanohablante venida de la ciudad, de sentir que hay cosas en las que ellas son mejores y más sabias, que su lengua es un tesoro inaccesible a otros, como lo es para ellas el español que tanto valoran.

Terminada la clase, las señoras se despiden extendiendo la mano, pero sin apretarla. Las veo caminar en hilera, una detrás de la otra, trepando el cerro que conduce a sus casas de piso de tierra, paredes de adobe y techos de lámina.  

Al concluir mis recorridos por ocho países de América Latina y el Caribe visitando programas de alfabetización de adultos, ésta resulta ser una de las cinco clases en lengua indígena que logro incluir en todo el programa de visitas. Las otras cuatro – en Quechua y en Aymara, programas Yuyay Jap'ina, Bi-alfabetización y Radio San Gabriel - tuvieron lugar en el altiplano boliviano. Lastimosamente, a pesar de la retórica, ¡así de raros son los programas que enseñan a la población indígena a leer y escribir en su propia lengua!

* ocote (del náhuatl ocotl = tea). Especie de pino muy resinoso, sirve para hacer fuego rápidamente o para hacer teas para alumbrar.

Una versión reducida de este reportaje fue publicada en Decisio No. 21, septiembre-diciembre 2008, CREFAL, Pátzcuaro, México.


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