Los achaques de la educación

Eric Joisel

Rosa María Torres

(Texto finalista en el concurso de
Testamentos del Año Viejo 1993, Quito-Ecuador)


Le recomendaron baños de asiento, lavados,
purgantes, emplastos, cataplasmas,
pociones, brebajes, ungüentos,
pomadas, linimentos, vendajes, amuletos,
paños de agua fría, agüitas aromáticas,
cal­ditos de pollo, comiditas blandas, reposo.

Le cubrieron la cabeza con la chalina para que no le diera el ai­re ni agarrara frío.
Le plancharon las sábanas para calentarle la cama antes de dormir.
Le hicieron vaporizaciones con Vick Vaporub
y hojas de eucalipto,
y le arroparon bien antes de la limonada caliente, para que sudara.
 
Le dieron agüitas de cedrón, hierba luisa, toronjil,
hier­ba buena para la sistitis,
valeriana para los nervios,
llantén para los problemas respiratorios,
orégano para el dolor de barriga,
pelo de choclo y cola de caballo para los riño­nes,
hoja de aguacate para la artritis,
hoja de oliva para el colesterol.
 
Le dieron agua de trinitaria, orégano macho y hembra,
raíces de cebolla blanca y naranja agria, para sacarle los gases.
Le dieron un vaso de agua hervida tibia en ayunas para limpiarle los intestinos.
Le frotaron con manteca de chancho detrás de las coyunturas, para aliviarle el estreñimiento.  
Le asustaron,
le pegaron un papel en la frente y le hicieron to­mar agua de un vaso por el borde opuesto,
para pararle el hipo.
Le metieron un cucurucho de papel encendido dentro del oído
para que el humo le sacara el aire y le aliviara el dolor.
 
Le pusieron a masticar clavo de olor para el dolor de muela.
Le hicieron cataplasmas de hoja de tabaco para la bronquitis.
Le recetaron miel de abeja para purificar la sangre.
Le dieron chochos secos para la diabetes.
Le llevaron al curandero para que le sobara las várices.
 
Le pusieron conchiperla derretida con limón para borrar las cicatrices.
Le aconsejaron lavarse la cara con azúcar para eliminar las im­purezas de la piel.
Le recomendaron leche de seno y llaves enfriadas en el sereno, para el orzuelo.
Le colocaron bolsitas de té en los ojos para desinflamarle los párpados.
Le masajearon el cuero cabelludo con un huevo crudo, limón y sal para combatir la seborrea.
 
Le peinaron con agua de romero para darle brillo al cabello.
Le pusieron a hacer gárgaras con bicarbonato para blanquear los dientes.
Le pusieron a serenar un vaso de agua a la luz de la luna
y se la dieron a tomar en ayunas, para rejuvenecer.
 
Le dieron sangre de zorro para el asma.
Le pasaron la panza de un sapo vivo por la pierna para curarle la erisipela.
Le pusieron sanguijüelas para chuparle la sangre coagulada.
Le metieron un piojo en el ojo para que le desprendiera la cata­rata.
para librarle del mal de ojo.
 
Le administraron fármacos y remedios caseros.
Le colocaron la pulsera del balance perfecto para conservar la salud.
Le llevaron al médico y al curandero, al homeópata y al brujo,
al acupuntu­rista y al shamán.
Frecuentaron la botica y el bazar, el mercado y la iglesia
en bus­ca de las pastillas y las hierbas, las cápsulas y el agua ben­dita,
las inyecciones y los brebajes, las radiografías y los es­capularios.
 
En vista de los magros resultados
le sometieron a un programa intensivo de rejuvenecimiento:
dieta macrobiótica,
vitaminas,
deporte,
gimnasia rítmica,
aeróbicos,
yoga,
hidromasajes,
baños turco y sauna,
faja térmica,
depilación,
limpieza profunda de cutis,
manicure y pedicure,
pelucas.
 
Le compraron cremas importadas para combatir la celulitis, las estrías, la flacidez.
Le tiñeron las canas y le sometieron a tratamientos modernos para detener la calvicie.
Le practicaron cirugía estética para estirarle la cara y levan­tarle los glúteos y el busto.
Le renovaron el ropero, con atuendos de moda, colorinches, bisu­tería.

¡Qué no se ha hecho!.
¡Todo se ha intentado.
Y nada.
Nada.
 
Porque contra los achaques de la vejez no hay nada.
Agotada, ella misma dijo que la dejaran morir en paz.
Que suspendieran los emplastos y las cirugías,
los sahumerios y los aeróbicos,
los brebajes y las dietas.
Que sólo cabía nacer de nuevo.
Que había llegado la era de una nueva educación.

* Publicado en: La Oreja Que Piensa, Edición Especial, 9 de marzo 2011

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1 comentario:

Feli dijo...

Estupendo texto, Rosa Mª, efectivamente, la educación necesita una renovación tan profunda que más bien se trata de un parto.
Intento enlazar tu entrada a un blog educativo en el que participo pero me da error. Intentaré hacerlo copiando y pegando.
Feliz y educativo 2011 y un abrazo

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