Lalo y Lola no valen lo mismo en el aparato escolar



Para Lolita

El machismo - ese que hace de las suyas todos los días en la casa, en el trabajo, en la calle, en la política, en los medios de comunicación - tiene en el sistema escolar uno de sus nidos preferidos. No se trata únicamente de los estereotipos en los textos escolares. Se trata de la percepción, las expectativas y el trato diferenciados que se aplican a alumnOs y alumnAs en la rutina escolar.

De Lalo se espera que sea inquieto, inquisitivo, independiente, rebelde. De Lola se espera que sea una «princesa» dócil, obediente, pasiva, dependiente de la ayuda, la autoridad y el criterio de otros.

De Lalo se esperan comportamientos inmaduros. De Lola se espera que se comporte como una «mamita» en potencia, dispuesta a servir, sacrificarse y renunciar.

De Lalo se espera que se desentienda de la limpieza y el orden en el ámbito escolar. A Lola se le pide que empiece a ejercitarse desde temprana edad como «amita de casa», asumiendo tareas de limpieza y ornamentación.

De Lalo se espera que sea travieso, que corra y salte, que se ensucie, que defienda sus puntos de vista. De Lola se espera que se comporte como una «damita». Recato, ausencia de curiosidad y de espíritu de aventura, esmero en la apariencia personal, prolijidad con los cuadernos y las tareas escolares, predisposición a ocupar los segundos lugares, vocación de sumisión.

De Lalo se espera que sea inteligente. De Lola se espera que sea aplicada.

De Lalo se espera que sea bueno para las Matemáticas y las Ciencias. De Lola se espera que sea buena para las Manualidades, y, más adelante, para Literatura o Sociales.

Si Lalo hace mal un trabajo, el problema será de conducta, falta de atención y, por último, de esfuerzo. Si Lola hace mal un trabajo, lo que entra en duda no es su esfuerzo sino su capacidad intelectual.

Lalo es nombrado Presidente; Lola es nombrada Secretaria o Tesorera. A Lalo se le encarga dar el discurso, presidir la comisión; a Lola se le encarga repartir los cuadernos, recoger las cuotas, preparar los sánduches para la kermesse. Lalo es el capitán del equipo de fútbol; Lola es la madrina. Lalo participa en el concurso intercolegial de Física; Lola concursa para reina de belleza del plantel.

Poco a poco Lola termina aceptando como natural que Lalo y ella sean tratados de manera diferente. Cualquier comportamiento afirmativo o disruptivo - discrepar, interrumpir, argumentar - es visto como rasgo de masculinidad.

Lola entiende que ser mujer implica ocupar posiciones subordinadas. El propio campo educativo le muestra que esto es así: hay más hombres que mujeres en cargos de dirección (rectores, supervisores, inspectores); hay más mujeres que hombres en tareas intermedias y de servicio (secretaría, limpieza, cocina); hay menos mujeres y más hombres profesores a medida que se avanza en la escalera escolar, se especializan las materias e incrementan los sueldos y el prestigio profesional.

Así es como el aparato escolar - a menudo en sintonía y complicidad con la familia - contribuye a reforzar, desde temprana edad, la mentalidad y la actitud machista de Lalo, socializado en una supuesta superioridad respecto de las mujeres, en el estereotipo del niño que domina y manda, que ejerce la fuerza, que no expresa sus sentimientos.

Así es como, cotidiana y sistemáticamente, el aparato escolar va domesticando a Lola. La niña potencialmente triunfadora que entró al primer grado, y que aprendió a leer más rápidamente que sus compañeros varones, va siendo derrotada en el camino, minada en su autoconfianza y autoestima. Los puntos fuertes con los que inició su vida escolar van convirtiéndose en desventajas antes que en ventajas. Ser «buena estudiante» - dedicada, esmerada, prolija - pasa a ser objeto de burla antes que de admiración. De Lalo se espera que siga estudiando; de Lola se espera que busque marido y forme una familia, y consiga un empleo mientras tanto. Ella misma llegará a afirmar, convencida, que el estudio no es lo suyo o escogerá carreras consideradas «femeninas», segura de que «la ciencia» (así se llama a las ciencias duras) y la tecnología no son para ella.

La igualdad de oportunidades de acceso a la escuela por parte de niños y niñas sigue no siendo tal en muchos países del mundo y, en todo caso, no resuelve la desigualdad que persiste en el trato, las condiciones de enseñanza y de aprendizaje, y las expectativas de futuro respecto de unos y otras.

Afortunadamente, cada vez son más las Lolas que se sacuden los estereotipos y que logran avanzar desafiando al sistema escolar, a su familia y a sí mismas. Hacen falta más políticas, medidas y voluntad política y social para impulsarlas y acompañarlas.

* Publicado originalmente en la revista Familia del diario El Comercio de Quito, 6 marzo 1994.

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1 comentario:

Sarahí Gaxiola dijo...

¿Qué estamos haciendo los maestros con los alumnos? Si somos nosotros mismos los que nos quejamos del machismo como forma cultural, deberíamos estar implementando prácticas que rompan con esos hábitos.

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